No somos monedita de oro para caerle bien a todo el mundo. No podemos complacer las peticiones de todos ni mucho menos tenemos que vivir como los otros quieren que nosotros vivamos. Estos hay que entenderlos y aceptarlos, porque esto explica el ataque de muchas personas que considerábamos cercanos a nosotros y que no tienen razón para hacerlos. La envidia, el no soportar que te vaya bien, la competencia, el querer ser primero siempre y el desconocer la palabra de Dios son fuertes de esos malos sentimientos que llevan algunos a atacarte y a querer que todo te salga mal. Tu tienes que aceptar, primero, que eso puede pasar, segundo, tienes que revisar si hay situaciones tuya que han ocasionado esas actitudes y debas cambiar. tres, debes estar seguro del amor de Dios, de su fuerza y su poder; Él te cubre con su sangre preciosa para que nada haga mella en ti y puedas seguir adelante con los planes que tienes. Tienes que aferrarte a la oración y que en ella encuentres paz que necesitas para no dejarte tumbar por esos ataques: “OH Dios, una banda de insolentes y violentos que no te tienen presente se han puesto en contra mía y quieren matarme. Pero tñu, Señor, eres Dios tierno y pasivo, paciente, todo amor y verdad. Mírame, ¡ten compasión de mi! ¡Salva a este siervo tuyo! ¡Dale tu fuerza!...!Tu señor me das ayuda y consuelo”(Salmo 86, 14-17). Dios sabrá responder a esas personas. El es tu defensor. Tu tienes que hacer las cosas bien, tratar de vivir a su manera y no dejar que nada te aparte de su presencia. El Espíritu Santo mostrara el camino y te dirá que tienes que hacer. El será tu escudo. Es importante que confíes en que El tiene el poder que se requiere. Si te defiendes, que lo hagas desde la palabra de Dios y con los sentimientos que Dios pone en nuestro corazón.